Berlin was a flowery and beautiful Spring scenery that I could discover while trying not to get killed on my bike. Big cities have a special charm for those who love to get lost in shops, restaurants, and cafes while forgetting about your own self.
A pesar de vivir por elección y vocación en provincias, a algunos nos gusta de vez en cuando meternos una dosis de gran ciudad y perdernos en el anonimato de sus calles, alegremente arrastrados por la anarquía de horarios, comidas y rutas. La sensación de romper la rutina y sobre todo las disciplinas en las que vivimos día a día es el mejor parque temático, al menos para mí, y cuando se trata de una ciudad más o menos segura, con unos códigos relativamente familiares como el caso de Berlín, donde puedes explorar con autonomía y no tienes que preocuparte en exceso por tu seguridad como en otros países que aunque atractivos, son algo agotadores, toda tu energía va dirigida al disfrute del «tonto en la ciudad»: que te apetece un café bien cargado y un donut de colores imposibles (algo que no ingerirías ni muerta en tu vida caffein-free, gluten-free y soserío-full) te los tomas; que te ves cara de cansada, entras en unos grandes almacenes y te haces maquillar con la excusa de que quieres conocer las técnicas de contouring; ¿Vuelves a tener hambre? te fijas en una llamativa fachada de micro-restaurante Koreano y te sientas a comer en su terraza a una hora disparatada y charlas con la amable dueña sobre los zapatos que te acabas de comprar y comes unos exquisitos noodles que hace ella misma a mano; ¿Quieres visitar tiendas de muebles antiguos? pues te cuelas en ellas y de paso les dices que te dejen hacer fotos para tu blog… en fin, para mí es una de las formas de ocio más entretenidas, y siendo como soy tendente al consumismo, este tipo de destinos me vuelven loca.
Para que veáis que no solo comí en vietnamitas y koreanos sino que también le eché valor a una especie de cocido lugareño, y sin protector estomacal…
Percaline 